"¡No seas maricón!"- Una
frase oída y repetida desde que era niño. No recuerdo dónde la escuché por
primera vez pero algo me decía que no era correcto.
Escrito por: Erick Rojas Tang.
Pasaron los años y la palabra
"maricón" fue tomando forma, mi hermano mayor me decía "no seas
maricón" cuando no quería lanzarme al mar o cuando tenía miedo de jugar al
fútbol con chicos más grandes que yo, "no seas maricón" me decían mis
amigos cuando no me sentía con fuerza suficiente para trepar un árbol o
prefería jugar con las niñas de clase. "No seas maricón", si
sentía nervios de hablar con la chica que me gustaba, "¡No seas
maricón!" si alguna vez me mostraba vulnerable o triste.
Más de una vez habré peleado con algún
otro niño porque me llamó “maricón”, o yo a él, para defenderme de aquella
palabra que no entendía bien del todo, para defender mi "hombría" de
aquel insulto. Sí, insulto, creado para herir, ofender y dividir. He
pensado una y otra vez sobre esta palabra, sobre cómo desde temprana edad
me condicionaron para sentirme herido por ella. Condicionado para odiar y
repudiar a toda persona que tenga una actitud similar.
Quiero pensar que fue una cosa que solo
me pasó a mí, pero veo el mundo que me rodea y estoy convencido que esta realidad sigue
predominando en la sociedad actual.
El pasado 10 de Marzo, la Comisión de
Justicia del Congreso de la República del Perú archivó el proyecto de ley "Unión
Civil" con siete votos en contra, cuatro a favor y dos abstenciones. El
proyecto buscaba otorgar a las parejas homosexuales de los mismos derechos que gozan actualmente las parejas heterosexuales.
El rechazo al reconocimiento de igualdad
de derechos no es más que una manifestación por querer denigrar y excluir a
cualquier miembro de la comunidad LGBT. Sin igualdad de derechos es más fácil pensar
en ellos como distintos, ajenos a la norma, y por tanto, no dignos de los
mismos privilegios que las personas “normales”.
Aunque
el proyecto de ley buscaba la igualdad de derechos para el colectivo LGBT, este
no acabará con la homofobia y la desigualdad de derechos. Entonces, ¿para qué molestarse en hacer unas leyes
que no reflejan la sociedad que somos?
Esto no se trata solo de la sociedad que
somos, se trata también de la sociedad que queremos ser. Una sociedad que trata
con igualdad a todos sus integrantes, una sociedad en la que cualquier niño
pueda crecer sin necesidad de que le digan “no seas maricón”.